me desespero,
la desesperación
me lleva a
el alcohol y
el alcohol
a la cuerda locura
de la amargura
de seguir bebiendo;
de seguir viviendo.
Vivo en un cuarto
donde no dejo
entrar al sol,
con miles de cervezas acabadas
y miles más por acabar,
pero sin palabras tatuadas
en el blanco del papel de mi cuaderno
que parece,
está muerto.
Y muerto sigo yo,
bebiendo solo
y sólo bebiendo
por un verso
que consiga escapar
de mis adentros;
de donde solo escapa bilis,
producida por
el exceso de alcohol o
por el asco que me doy;
me doy asco,
tirado en la cama
sin un objetivo claro,
claro que,
una cerveza siempre viene bien.