Noches de amigos entre risas,
que te inspiran alegría.
Vuelvo camino a casa
y se me cae el mundo encima,
gracias a esa tía…,
carcelera de mis sentimientos,
de mis pensamientos,
de mi ser.
Quiero escapar de esta cárcel sin
barrotes,
esta cárcel que llaman amor.
Malditos ilusos que hablan de
amor
sin saber si quiera si quieren o
dejan de querer
que les quieran tal y como son,
porque
amor no es parecer para ser,
sino ser para sentir,
para saber lo que en realidad es
vivir.
¿Y qué es vivir?
Sino sentir cada sentimiento
como si del último suspiro de
aliento se tratase.
Sentir que los míos no se van a
ir,
por mucho que pruebe y me
equivoque
una y otra vez, tropezando
siempre en la misma piedra,
la inocencia de mi ser,
de creer en algo que crees
imposible
y por ello no te atreves a
realizar;
por temor a volver a fallar,
por temor a volverme a encontrar,
otra vez ese espejismo,
que para mí es el amor.
No consigo encontrar mi oasis en
este desierto,
no consigo encontrar mi lugar en
la cárcel del amor.
Y me desespero cada día más,
pensando que nunca llegara mi
ansiado lugar,
pensando en la de lugares por los
que estoy pasando
sin tan siquiera pararme a
contemplar
por caminar ciego hacia ese
oasis,
oasis que probablemente se
desvanecerá en la noche oscura,
porque no era mi oasis sino el de
otro,
porque no he llegado ni a tiempo
ni en el momento oportuno,
porque si llegue a tiempo no supe
aprovecharlo,
y hay tantos 'por qué' sin
respuesta…
que me cuesta seguir vagando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario