domingo, 24 de abril de 2016

BRUSELAS

Ciudad de contrastes,
donde edificios monumentales
se mezclan
con monumentales calles comerciales.
Comercio, consumo, capital,
con sumo gusto
me gustaría
poderlo cambiar.

Cuna de la democracia,
sede del Parlamento Europeo,
hipocresía encerrada en muros
construidos con sufrimiento.
Sufro cuando lo veo,
y no entiendo
cómo llaman a esto progreso.

Progresamos
y llegamos al punto
donde lo lúgubre de la ciudad
se ilumina en el Delirium Bar;
cuarenta grifos de cerveza,
de rubias a tostadas, negras o afrutadas
esperan a ser probadas.
Y una conversación absurda,
una mezcla de inglés, francés
y algo de castellano
nos hace preveer
que la noche
irá bien.

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